Algo bueno se ha desprendido del reiterado anuncio gubernamental sobre la ejecución del Proyecto de Desarrollo Turístico de Pedernales: nunca en la historia de esta empobrecida provincia se había registrado tantas menciones mediáticas desde la capital de la República.
Estamos de moda y es ganancia que nos visibilicen, aunque en ocasiones sea con frases estigmatizadoras por ser pequeños e insignificantes en términos electorales (38 mil habitantes), y por nuestra ubicación en el extremo sudoeste del territorio nacional, en la frontera dominico-haitiana (307 kilómetros). Evidencias de la exclusión social por parte de un Estado irresponsable y discriminatorio que lo concentra todo en las urbes.
Antes, se contaba con los dedos una mano, y sobraban dedos, los opinantes que la tenían en su agenda, pese a que el empobrecimiento ha sido progresivo y superior al resto de las demarcaciones nacionales (57%); la emigración sigue y rayan en la violación a la dignidad humana los bajos índices de acceso a salud, acceso a agua potable, electricidad, producción, infraestructura digital, bancarización.
El diagnóstico oficial no deja mentir. Solo algunas cifras: alto abandono escolar en el nivel básico (tasa de 5.6 entre 2018-2019); tasa de culminación, 13.8%; solo 1 de cada 3 han tomado cursos técnicos, y la mitad de la oferta del Ministerio de Educación y el Instituto de Formación Técnico Profesional no se corresponde con la demanda del sector privado.
Uno de cada cuatro hogares, en hacinamiento; alta prevalencia de bajo peso al nacer (113 por cada mil nacidos vivos); alta prevalencia de cesáreas (6 de cada 10 partos); menor cobertura de enfermeras (4.3 por cada 10 mil habitantes; baja cobertura de médicos (11.8 por cada 10,000 habitantes); baja cobertura de camas (10.4 por cada |10,000 habitantes).
Inaceptable para una provincia rica en bauxita y otros minerales explotados sin misericordia con el mismo Estado como garante, a cambio de nada.
Un territorio rico en atractivos naturales no aprovechados. El 67 por ciento de sus 2,075 kilómetros cuadrados consignados a los parques nacionales Sierra Baoruco y Jaragua, sobrados en flora, fauna, cenotes, cuevas, minas, depresiones geológicas y playas tranquilas de arena blanca, pero sin proyectos reales de comanejo, ni integración de las comunidades en su aprovechamiento con preservación.
Ante ese drama, resulta entendible que emocione y hasta ilusione a los pedernalenses el anuncio de la actual gestión de gobierno sobre la ejecución del Proyecto de Desarrollo Turístico de Pedernales, con 16 mil habitaciones hoteleras, en Cabo Rojo, al final de su cuarta y última etapa.
Y que se informe de la quinta visita del presidente Luis Abinader, el 4 de febrero próximo, para dejar iniciados dos hoteles, cada uno con 1,200 habitaciones, los cuales serán operados –han dicho- por las cadenas internacionales Iberostar y Sirenis.
O que, ante la incredulidad de muchos, el mismo mandatario haya reiterado que el 17 diciembre de este 2023 llegarán los primeros cruceristas vía Port Cabo Rojo, en construcción.
Si brota la voluntad y se busca dinero, eso y más será posible. Las nuevas tecnologías constructivas ayudan mucho. El Metro de Santo Domingo es un ejemplo. Ante los malos augurios de opinantes expertos e inexpertos, que sustentaban sus posiciones en experiencias de países desarrollados, el transporte nuestro fue hecho en tiempo récord y hasta ha sido modelo para países de la región.
Estos son días diferentes a los de la década del 70 del siglo XX cuando Frank Rainieri y aliados olfatearon el gran turismo debajo de los abrojos y múcaras de 93 mil tareas (US$250,000) de Bávaro-Punta Cana, provincia La Altagracia; mientras el gobierno se aventuraba en Puerto Plata con levantamiento de hoteles para motivar a los inversores.
La coyuntura favorece la ejecución del proyecto turístico en Cabo Rojo, en 38 millones de metros cuadrados de los 362 millones de metros cuadrados que mide la parcela 215-A recuperada por el Estado tras una larga Litis provocada por la apropiación, a inicios de los 90, de una mafia política y económica que nacía en la misma cabeza del Instituto Agrario Dominicano y se desparramaba por todo el país.
El Gobierno solo debe cuidar que la transparencia y la calidad de las obras predominen en todo los procesos. Y, sobre todo, impulsar el desarrollo parejo de Cabo Rojo (23 kilómetros al sudeste del pueblo) y las comunidades de la provincia, a través de un turismo regenerativo de baja intensidad, sostenible y sustentable para atender las nuevas demandas de turistas.
En la próxima visita del Presidente, el Frente Marino (con malecón), el centro cultural, las carreteras en construcción (Enriquillo-Pedernales), o por construir (conexión con Duvergé por el Baoruco); el edificio de oficinas públicas, las vías hacia las zonas agrícolas y los senderos con centro de interpretación; los proyectos agrícolas, el incentivo a la hotelería y la gastronomía locales; las instalaciones deportivas y la modernización general de la provincia han de estar en la agenda de soluciones, además de los hoteles.
El liderazgo político y empresarial local no debería esperar a que sea el mandatario quien le ponga los temas. Sería una vergüenza.
Podemos seguir soñando. Es sano. Pero luchemos para verlos en la realidad. Seamos proactivos.
