Santo Domingo. Dagoberto Tejeda, autor de «Carnaval Dominicano: antecedentes, tendencias y perspectivas» (2008) y del monumental «Identidad y magia: bailes folklóricos de la República Dominicana» (2012), entre otros, puede, como pocos, hablar sobre las fiestas populares del país.
P. ¿Cuáles son los riesgos que ve en el Carnaval dominicano actualmente?
R. Desde el momento en que el Carnaval se convierte en la expresión cultural más importante de cada pueblo, comienzan a surgir los intereses, y los procesos para poder manipularlo, y hacer de él un instrumento, sea político o comercial.
En el caso político, en algunos lugares, el Estado y los gobiernos han estado metidos directamente en la organización del Carnaval, tratando de sacarle provecho; en otros lugares han sido los ayuntamientos.
P. ¿Cuáles son las interferencias más duras que está sufriendo el Carnaval?
R. Si te preguntas qué está ocurriendo en un sitio como La Romana en estos momentos, donde la interferencia de las iglesias cristianas no católicas han tenido un impacto tan grande sobre el síndico de La Romana, que el año pasado no pudo haber carnaval, porque el año anterior ellos decidieron -como si fueran los dueños- que se hiciera el Desfile Nacional del Carnaval, sin gente echando fuego, sin que hubiera ninguna participación de homosexuales, o mujeres con ropa corta.
Eso es un atrevimiento de los pastores de La Romana, de un patrimonio que es del pueblo como es el Carnaval, que ya llevaba cinco años en un proceso de organización positivo. Este año, las perspectivas son que tampoco va a haber Carnaval en La Romana porque hay ese conflicto.
En un lugar como La Vega, donde el Ayuntamiento y los carnavaleros habían hecho con los comercializadores un proceso de hacer un carnaval extraordinario, mercadológicamente el más importante del país, hoy están en una contradicción y un conflicto tan grande que mueve a preocupación.
Lo mismo en Bonao, donde hay grupos que hicieron una división en un proceso en el cual fueron parte de ese Carnaval y de lo que significa ese patrimonio del pueblo. Lo que pienso es que esos modelos ya se agotaron.
P. ¿Qué hay que hacer entonces?
R. Hay que redefinir realmente los Carnavales, donde tiene que haber un Comité con los intereses del pueblo, los intereses por el Carnaval como capital y como identidad nacional. Pienso que los modelos se acabaron y se agotaron.
P. ¿La comercialización ha sido un obstáculo?
R. Algunos piensan que la comercialización ha sido responsable. Yo digo que no. La comercialización en un lugar como Bonao se puede dividir antes y después de Luis Medrano. Donde Luis Medrano lo que ha hecho es apoyar, y le ha dado todo el espacio de creación. Pero han surgido los intereses individuales y grupales.
Lo mismo en La Vega. Cuando hablas de la comercialización, tiene que hablar de cómo interviene, cómo se reparte o distribuye, qué papel juega la comercialización. En sí mismo la comercialización no es un pecado. El pecado está en los organizadores de los Carnavales.
P. ¿Son los carnavales patrimonio cultural de la nación?
R. Lo son. A tal punto que el Congreso definió al Carnaval de La Vega como patrimonio folklórico nacional. Entonces, no son patrimonio del Estado, ni de los gobiernos, ni de los ayuntamientos.
P. ¿Cuál debe ser el rol de los Ayuntamientos?
R. Hay que definir el papel de los Ayuntamientos, creo que deben ser parte de un comité y su función es facilitar a los organizadores del carnaval su crecimiento y ser un proceso democrático, libre, abierto, donde esté representado el pueblo como el protagonista que es, donde el dinero no es lo que realmente define que te disfraces o no. Pienso que los modelos se agotaron. Fuente: Diario Libre (Entrevista realizada por el periodista Alfonso Quiñones)