Tras tildar como crimen ecológico la intervención que hace la compañía mejicana ITM Group en el muelle de embarque de bauxita de Cabo Rojo, Pedernales, para convertirlo en un puerto de cruceros turísticos, la ONG ambiental Grupo Jaragua aclara que no está en desacuerdo con la obra, pero considera que deben construirla en Punta Cefirién, más cerca de pueblo, si quieren desarrollo local.
Hasta el momento, un silencio lúgubre ha sido la respuesta.
Ningún técnico en medioambiente, ni oficial, ni de la oposición, ni de la constructora; ninguna autoridad, ninguna ONG ecológica, ni nadie, ha rebatido dicha posición que gana terreno en el imaginario colectivo de la metrópoli.
Pendiente de ello y de presentación de estudios se saca de cuajo de Cabo Rojo la terminal de cruceros científicos sobre el sitio propuesto, valga destacar que en la posición del Grupo Jaragua, hay aristas con implicaciones económicas, sociales y ambientales.
Primero, en el discurso audiovisual con voz en off de su presidente, la bióloga Yolanda León, que hace un año y cinco meses anunció el presidente Luis Abinader a un costo de US$98 millones, con fecha de inicio de las operaciones para mediados de diciembre de 2023. ¿Cuánto sería el costo y el tiempo de construcción?
Segundo, al recomendar Punta Cefirién (No Punta Ceferino de la oriental provincia turística La Altagracia), en realidad lo manda para Bucanyé (Paradero de Ye), o Punta Ballena, en el pueblo de Pedernales.
Resulta que la playa Bucanyé es tan hermosa y vulnerable como Bahía de las Águilas, que, sin embargo, en el Proyecto de Desarrollo Turístico de Pedernales, en ejecución, no será tocada ni con un pétalo de rosa, por reclamo social y decisión gubernamental.
El área de Bucanyé era una rica fuente de langostas, lambí y peces, me han relatado fundadores de la comarca como Clemente Pérez (fallecido recientemente bordeando el siglo). Y los manglares siguen como hábitat de reproducción de miles de cangrejos y otras especies.
Frente a ese litoral, está en proceso un ambicioso proyecto hotelero e inmobiliario con 21,000 habitaciones, el Bucanyé, del inversor español Elías Hernández Barrera, quien ya ha comprado 14 millones de metros cuadrados a ocupantes y propietarios de terrenos.
Punta Cefirién está poco documentada. Los mismos pedernalenses conocen la zona como Bucanyé, o, en su defecto, como Punta Ballena. El señor Google lo mapea en ese punto, al sudoeste de Sitio Quemado y del canal Olivar. Dice que está clasificado como orográfico, o zona estrecha que entra al mar; por tanto, es menor un cabo.
Y el tercer elemento resaltante en la propuesta es su aclaración de que no está en desacuerdo con el puerto. Con esta salida, apela implícitamente a que los pedernalenses le apoyen porque ha propuesto que el puerto sea construido cerca de ellos, lo cual les reportaría más beneficios económicos que en Cabo Rojo.
Y buscaría empatar con una sociedad que, en general, le ha rechazado, tal vez, porque no entiende su misión, o, sencillamente, registra una representación mala acerca su desempeño en los parques Jaragua y Baoruco. La falta de legitimación social en la provincia debilita las posiciones del Grupo Jaragua frente a ITM Group y al Gobierno.
Pero más allá de la intencionalidad implícita en las críticas y recomendaciones del Grupo Jaragua y de la empresa contratada, la sociedad pedernalense necesita apropiarse de la información técnica veraz y oportuna sobre qué conviene en realidad a sus intereses. Lástima que el silencio protagonice aún la coyuntura.
Entretanto, a distancia, la sugerencia a ITM Group y al Gobierno para que se vayan con su puerto para Punta Cefirién luce una estrategia orientada a “echarle agua al vino”, o, al menos, jugar al tiempo con el inicio de Port Cabo Rojo, hasta que se construya una fuerte corriente de opinión favorable a sus criterios.
Y, como este es un país politizado hasta el tuétano, quién sabe si el puerto se diluye bajo la presión mediática y en la algarabía electoral que está al doblar la esquina.
Los pedernalenses tienen suficientes experiencias de obras prometidas que se han perdido en el olvido, mientras el empobrecimiento se ha encaramado en el 70 % de la población.
¡Qué se abra el debate, sin estridencias, ni amaneramientos doctorales, ni descalificaciones personales!
