El presidente del Tribunal Constitucional, Milton Ray Guevara, ha tildado de agravio innecesario que hace peligrar el desarrollo turístico del país el comunicado de la embajada de Estados Unidos sobre supuesto trato desigual de autoridades de Inmigración dominicanas a estadounidenses de piel negra.

Más que oportuna la reacción del reputado jurista, catedrático y diplomático ante una pregunta del televisual matutino El Despertador.

El solo insinuar siquiera que República Dominicana adopta una política racista y xenófoba constituye una agresión inaceptable que la sociedad dominicana debería enfrentar con determinación. Por falsa y dañina.

Según el documento de la embajada USA, promovido por el encargado de negocios Robert Thomas: “… en los últimos meses, los viajeros a la República Dominicana han reportado haber sido retrasados, detenidos o haber sido sometidos a un mayor interrogatorio en los puertos de entrada y en otros encuentros con funcionarios de Inmigración, basados en su color de piel”.

Tal vez la embajada tenga reporte de algún caso aislado venido de algún agente migratorio descerebrado. Pero, en caso de que sea cierto, asumirlo como política de Estado o comportamiento societal es un despropósito que pretende desacreditarnos ante el resto del mundo.

El presidente dominicano Luis Abinader saluda al presidente de Estados Unidos, Joe Biden, y su esposa ne la Cumbre de las Américas.

Porque si algo es criticable en los agentes migratorios nuestros es que son pura ternura y hasta se excitan desde que, en los puestos de control de puertos y aeropuertos, avistan turistas gringos y de otras nacionalidades, ya blancos, ya negros, ya altos o pequeños. Jamás le presumen características mafiosas ni les marginan por color de la piel. Rayan en la adulonería extrema. Lo contrario a lo sucedido a caribeños y latinoamericanos que pasan por los controles migratorios estadounidenses.

El comunicado, sin embargo, va más allá de la pirotecnia chantajista al mandar un mensaje implícito a sus coterráneos y nacionales otros países para que se abstengan de visitar RD, que tiene su fuerte económico en el turismo (15% del PIB).

En los silencios de su discurso, el emisor plasma otra intención aún más peligrosa, con objetivo no declarado: echar combustible a la históricamente tensa relación dominico-haitiana en medio de la ardiente crisis económica, social y política de aquel país, donde se ha establecido un Estado inviable ante la indiferencia de la ONU, la OEA y las potencias mundiales.

En el mismo discurso, la embajada se refiere a operaciones generalizadas destinadas a detener a aquellos que consideran como migrantes indocumentados, especialmente, personas de ascendencia haitiana.

Se hace eco de informaciones de que los haitianos detenidos son mantenidos en centros de detención superpoblados, sin la capacidad de impugnar su detención y sin acceso a alimentos o baños, a veces durante días, antes de ser liberados o deportados hacia Haití.

Milton Ray Guevara, presidente del Tribunal Constitucional.

Ese es el mensaje que ancla lo obtuso de su signo: mediatizar la denuncia para provocar un aumento en las tensiones con tal de lograr pausa en las deportaciones de indocumentados y el cumplimiento de las “peticiones” de instalación de centros de refugiados.

Solo hay que seguir el rastro:

El Ministerio de Asuntos Exteriores y Cultos haitiano emitió seguido un comunicado considerando las deportaciones como “tratos vergonzosos e inhumanos que empañan la imagen de la República Dominicana en todo el mundo y ponen en peligro el espíritu de paz y armonía que deben guiar las relaciones entre los dos países que comparten la isla”.

Este martes 22, le ha seguido la cadena internacional de televisión, CNN, con la denuncia de que “cientos de niños han sido expulsados desde RD a Haití sin sus padres”. Cita como fuente a la agencia de Naciones Unidas para la Infancia (Unicef), en Haití, la que supuestamente ha recibido en lo que va de año 1,800 niños y niñas de las autoridades de Migración dominicanas. Versión que ha sido negada por el gobierno nuestro.

Ni en Haití ni en RD, Unicef se ha preocupado por las decenas de niños, niñas y mujeres parturientas de aquel país que deambulan, día y noche, por las calles y avenidas dominicanas como carnadas de organizaciones para recolectar dinero.

Antes, el alto comisionado de la ONU para los derechos humanos, Volker Türk, a petición del cuestionado y acomodado ex primer ministro Claude Joseph, había “exhortado” a que RD y los países de la región detengan la deportación de haitianos.

Declaración que el presidente Luis Abinader calificó de inaceptable e irresponsable, y advirtió que las expulsiones de indocumentados serán incrementadas conforme las leyes dominicanas.

El Ministerio de Relaciones Exteriores (Cancillería), dirigido por Roberto Álvarez, ha salido al frente al comunicado de la embajada.

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La mayoría de los turistas que visitan la República Dominicana provienen de Estados Unidos.

Declara: “El gobierno dominicano jamás hubiera imaginado insinuaciones tan graves sobre nuestro país, cuya población evidencia en su color de piel un amplio crisol de razas; mucho menos de un aliado que ha sido objeto de numerosas acusaciones de xenófobo y racista a migrantes, incluso de sectores de su propia población”.

Los empresarios también han rechazado el informe, que no documenta ni un caso.

El Defensor del Pueblo, Pablo Ulloa, ha dicho que no ha recibido ningún reporte de la embajada sobre la denuncia.

Y el congresista por el distrito 13 de Nueva York, el demócrata Adriano Espaillat, rechaza de plano el “Alerta: reforzamiento en curso de migración en República Dominicana”, emitido por la embajada de EE.UU. el 19 de noviembre y colgado en el Departamento de Estado.

Ha advertido que, pese a su solicitud formal, no ha recibido evidencias verificables, palpables, de las alegaciones maliciosas que se han distribuido con esta alerta al Departamento de Estado y al encargado de Negocios de la embajada en RD, Robert Thomas. Ha revelado que indaga el nombre o los nombres de quienes han canalizado la denuncia.

Si lo que el gobierno estadounidense buscaba con tal despropósito era, amén de dañar económicamente al país, agitar confrontaciones entre nacionales de las dos naciones vecinas y agudizar el caos de allá, lo está logrando.

Este lunes 21 de noviembre, hordas haitianas cerraron y soldaron la puerta fronteriza con Dajabón, mientras le gritaban racista y xenófobo al presidente dominicano Luis Abinader, y le exigían parar las deportaciones.

Imperdonable

Lo que menos necesitan estos pueblos que comparten los 48 mil kilómetros cuadrados de la isla caribeña La Española y viven del intercambio comercial, es pelearse por agitación de un tercero que, para más señales, es uno de los culpables de la explotación impiadosa de las riquezas naturales de la isla.

El presidente Luis Abinader mantiene una posición firme de que la solución a la crisis haitiana no está en República Dominicana.

Haití, sobre todo, no necesita que le tiren más combustible que el echado cada minuto por las pandillas que se han adueñado de ese territorio, a golpe de secuestros y muertes con el aval económico y político de sectores tenebrosos internos y externos enquistados en el gran país del norte, como los autores intelectuales del asesinato a tiros del presidente Jovenel Moises, la madrugada del 7 de julio de 2021, en su residencia de Petion Ville.

La depredación generalizada y la carencia de institucionalidad han instaurado allí la pobreza extrema, la violencia, el narcotráfico, el negocio de armas de fuego de todos los calibres, las enfermedades infecto-contagiosas, la falta de educación y de posibilidad de esparcimiento, el hambre, la inseguridad y la muerte, a cambio del enriquecimiento de dos o tres turpenes que residen en el lujoso Petion Ville; si no, en Estados Unidos, Canadá y Francia.

En Haití todos los derechos humanos han sido arrancados de cuajo a la gente; sin embargo, las naciones poderosas que se ufanan de ser estandartes de los derechos humanos y de la democracia, contemplan el drama de sangre desde los palcos, entre tragos y cigarros, como si fuese un show de béisbol. O de futbol.

Y lo hacen pese a saber que ese país empobrecido hasta el tuétano y con crecimiento desproporcionado (al menos 11 millones en casi 28,000 kilómetros cuadrados) urge de orden, instituciones fuertes e inversiones grandes y sostenidas durante mucho tiempo, para escaparse de la tragedia que han construido sus “líderes” en alianza con extranjeros.

Los responsables de ese drama deberían ser los primeros en montarse en el barco del rescate.  

El desastre en el lado oeste de la isla caribeña es real, pero de ninguna manera imposible de controlar y de liberar áreas allá para centros de refugiados con el patrocinio de una potencia como Estados Unidos que, a julio de 2022, le había enviado a Ucrania “ayuda” en armamentos por US$8 mil millones para mantener la guerra con Rusia.

No hay dudas. El desorden haitiano lo extrapolan a República Dominicana. La entrada es masiva; el control se escapa. El riesgo de caotizarnos es alto y permanente. Y no es fortuito.

El gobierno dominicano, sin importar quien lo presida, está en el deber de ordenar la casa, también de manera permanente. Y eso debe hacerlo conforme las leyes, sin importar nativos y extranjeros de cualquier nacionalidad, como lo hace Estados Unidos. Cuestión de derecho.

La inseguridad mundial generada por la globalización es demasiado compleja como para que el Gobierno se quede de brazos cruzados ante el movimiento sin control de millones de “muertos civiles” haitianos que los políticos vivebien, como Joseph, han dado la espalda, pues, nunca se han preocupado por diligenciar un registro de declaraciones de nacimiento y cédulas de identidad personal.

Ordenar la casa, claro, cuidándose de facinerosos que se incrustan en el tejido del Estado (cónsules, guardias, gente de Migración, negociantes) para, mediante la extorsión y el maltrato, sacar provecho económico a los procesos de expulsión de personas sin los permisos correspondientes.

Y de unos cuantos empresarios esclavistas posmodernos a quienes les importa un comino la existencia de sus trabajadores, sean haitianos, venezolanos, colombianos o dominicanos.

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