La mayoría de nosotros hemos experimentado las turbulencias durante un viaje: cuando el avión vuela entre masas de aire que se mueven a velocidades muy diferentes.
Las turbulencias severas pueden poner en crisis incluso al piloto más experimentado y hacer que cinco minutos parezcan una eternidad. Por lo general, el resultado es sólo un viaje accidentado, pero en los peores casos puede causar daños y lesiones.
En los accidentes no mortales, las turbulencias son la principal causa de lesiones de los auxiliares de vuelo y los pasajeros, según la Administración Federal de Aviación (FAA), y son uno de los tipos de accidentes aéreos más comunes en la actualidad, según la Junta Nacional de Seguridad del Transporte (NTSB) de Estados Unidos. Según el Centro Nacional de Investigación Atmosférica, este tipo de accidentes cuesta a las aerolíneas estadounidenses hasta 500 millones de dólares al año en términos de lesiones, retrasos y daños.
Existe una escala para medir la intensidad de las turbulencias», afirma Paul Williams, profesor de ciencias atmosféricas de la Universidad de Reading (Reino Unido). «Hay ligeras turbulencias, que tensan los cinturones de seguridad, pero el servicio de comidas puede continuar y se puede caminar por la cabina, quizá con cierta dificultad.
«Luego hay una turbulencia moderada, que claramente pone en tensión los cinturones de seguridad, todo lo que no esté abrochado se soltará y será difícil caminar; normalmente se instruye a los auxiliares de vuelo para que ocupen sus asientos».
«El peor tipo es la turbulencia severa: es más fuerte que la gravedad, por lo que puede encerrarte en tu asiento y si no llevas el cinturón de seguridad saldrás despedido dentro de la cabina. Este es el tipo de turbulencia que provoca lesiones graves: se sabe que puede romper huesos, por ejemplo».
Golpes rápidos y sin pistas visuales
Cada año en Estados Unidos, unos 65.000 aviones experimentan turbulencias moderadas y unos 5.500 turbulencias graves. Estas cifras, sin embargo, podrían crecer en un futuro próximo. Williams cree que el cambio climático está modificando las turbulencias y comenzó a estudiar el tema en 2013. Hicimos algunas simulaciones por ordenador y descubrimos que las turbulencias graves podrían duplicarse o triplicarse en las próximas décadas», explica el experto.
Los resultados, confirmados posteriormente por las observaciones, apuntan a un tipo de turbulencia denominada «turbulencia de aire claro», que no está relacionada con ninguna señal visual como las tormentas o las nubes. A diferencia de las turbulencias normales, se producen de forma repentina y son difíciles de evitar.
Según la NTSB, entre 2009 y 2018, las tripulaciones de vuelo no tuvieron ningún aviso en cerca del 28% de los incidentes relacionados con las turbulencias. El análisis de Williams predice que las turbulencias en el aire claro aumentarán significativamente en todo el mundo de aquí a 2050-2080, sobre todo a lo largo de las rutas aéreas más transitadas, siendo el tipo de turbulencia más fuerte el que más aumentará.
Sin embargo, esto no significa que volar sea menos seguro. «Los aviones no empezarán a caerse del cielo, porque están construidos con especificaciones muy altas y pueden soportar las peores turbulencias que se puedan encontrar, incluso en el futuro», dice Williams.
Sin embargo, la duración media de las turbulencias aumentará. ‘Normalmente, en un vuelo transatlántico, puedes esperar 10 minutos de turbulencias. Creo que en unas décadas este tiempo podría aumentar a 20 minutos o media hora. La señal del cinturón de seguridad se iluminará mucho más, por desgracia para los pasajeros.
La señal del cinturón de seguridad está encendida
Llevar el cinturón de seguridad en todo momento cuando se está sentado es la mejor manera de minimizar el riesgo de lesiones por turbulencias.
Sin embargo, los auxiliares de vuelo corren más riesgo que los pasajeros y sufren alrededor del 80% de las lesiones relacionadas con las turbulencias. «Somos los más susceptibles de sufrir lesiones porque trabajamos empujando carros de unos 140 kilos, incluso cuando hay algún tipo de aviso», dice Sara Nelson, auxiliar de vuelo de United con 26 años de experiencia y presidenta de la Asociación de Auxiliares de Vuelo, sindicato que representa a 50.000 auxiliares de vuelo de 20 aerolíneas.
«Tenemos auxiliares de vuelo que se han golpeado contra el techo y han caído varias veces, sufriendo fracturas en sus miembros. En los pasillos, debido a turbulencias imprevistas, hemos tenido personas que han perdido dedos de los pies, o que han perdido la capacidad de trabajar, o que han sufrido lesiones que les han mantenido sin trabajar durante años», añade.
Según Nelson, la industria de la aviación se está tomando el problema muy en serio, pero es necesario acelerar la transición al combustible sostenible para hacer frente a la crisis climática y cambiar algunas normativas. Por ejemplo, la posibilidad de que los niños menores de dos años vuelen en brazos de sus padres.
«Esto es completamente inseguro y nuestro sindicato ha exigido un asiento para cada persona a bordo», dice Nelson. «No sólo se puede tirar un bebé de la cabina, sino que al bajar puede herir a otra persona. Cuando un bebé nace, no puede salir del hospital a menos que tenga una silla de auto correctamente instalada. Las mismas reglas deberían aplicarse a los vuelos.
Se pide una nueva normativa más estricta
El año pasado, la NTSB celebró una reunión pública sobre las turbulencias, en la que propuso la misma recomendación, junto con normas más estrictas sobre el uso del cinturón de seguridad tanto para los pasajeros como para los auxiliares de vuelo cuando se vuela cerca de tormentas y por debajo de los 20.000 pies, ya que la mayoría de los accidentes se producen en estas condiciones. También recomendó racionalizar los sistemas de recogida e intercambio de informes sobre las turbulencias, ya que actualmente esta información no viaja lo suficientemente lejos o rápido.
Aunque los efectos del cambio climático sobre las turbulencias tardarán muchos años en hacerse patentes, Nelson cree que ya se ha producido cierto deterioro.
«Por supuesto, se trata de datos anecdóticos, pero desde el huracán Katrina parece haberse producido un aumento de la actividad de las turbulencias, especialmente de las no anunciadas», afirma.
Su peor experiencia con las turbulencias ocurrió durante un vuelo a Dallas, que finalmente fue desviado.
«Cuando ocurre algo en el avión, los pasajeros nos miran para ver si parecemos preocupados», añade. «Volaba con un buen amigo mío y estábamos atados en los asientos de la tripulación, de cara a la parte trasera del avión, por lo que había un inodoro frente a nosotros en lugar de los pasajeros».
«Gracias a Dios, porque nos estábamos agarrando el uno al otro y temblando en los asientos con tanta violencia que parecía que se nos revolvía el cerebro. Duró mucho tiempo, pero por suerte conseguimos aterrizar», dice.
«No suelo tener miedo a las turbulencias, porque es algo que nos enseñan en la formación y sabemos qué hacer para protegernos. Pero es posible que las turbulencias sean tan fuertes y duren tanto que, aún sabiendo todo esto, mi amigo y yo estuvimos rezando… y debo decir que temí por mi vida.
